Reescribir la narración

Lee vio tabaco en todas partes de las comunidades que amaba. Eso hizo que dejar de fumar fuera aún más importante.

«Es muy difícil vencer la adicción por uno mismo. Es muy difícil».

Lee creció en la zona rural del condado de Weld, rodeado de los ritmos de la agricultura, la ganadería y el tabaco. «Es algo que definitivamente está en mi sangre y en mis huesos», dice. En esos espacios, marcas como Marlboro y Copenhagen no eran solo productos, eran marcadores de identidad. «El hombre rural estadounidense es muy consciente de la marca».

Cuando era adulto, Lee descubrió que pertenecía a las comunidades punk, drag y LGBTQ+. Pero el tabaco también apareció allí. «Muchos de ellos se mercantilizan con la imagen del punk fumando o de la travesti fumando», dice. «Tenemos que dejar de hacer esa asociación, porque lo que estamos haciendo es el trabajo de las grandes tabacaleras».

Esa comprensión empujó a Lee a hacer un cambio. Dejar de fumar no se trataba solo de su salud, sino de recuperar su voz. «La adicción, en primer lugar, es un fenómeno en gran medida social», afirma. «Y es difícil salir de ella de manera no social».

El apoyo marcó la diferencia. Herramientas como QuitLine ayudaron a Lee a reflexionar, restablecerse y empezar a alejarse de algo que nunca fue realmente suyo. «El cigarrillo es un arma contra nosotros», afirma. «En algún momento, nos olvidamos de que los cigarrillos de las películas eran publicidad remunerada. Tienes que ser consciente de tu historia».

Amigos compartiendo bocadillos y bebidas, disfrutando del tiempo juntos en casa

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